jueves, 28 de octubre de 2010

I, voyager

Amigo mío, son los días que salgo de excursión aquellos en los que mi alma descansa tranquila, disfruta de las pequeñas cosas mundanas. Mi mente  cuelga  el chaleco antibalas  los fines de semana, se paraliza la guerra cual griegos contra troyanos.

Las ratas no molestan entonces, siguen en su nido de parásitos, se miran, se olisquean, se aparean, se muerden, se matan. Yo miro omnisciente. Mi escopeta está cargada, pero estos días la dejo en la repisa. De todas formas nunca malgastaría una bala en ellas.

El hombre que solía ser vuelve a casa. Dentro de un tiempo llamara a la puerta, yo estaré en el porche, esperando.  Lana, buen can y princesa de las bestias, ladrara como a cual desconocido que cruza por mis tierras. Pues ¿Acaso un hombre es hombre cuando ni siquiera su compañía mas preciada le reconoce como tal?

miércoles, 27 de octubre de 2010

Dramatis Personae


Amigo mío, te escribo mientras se me apilan los libros y se consumen las cenizas con las que he liado mi último cigarro. No me malinterpretes, seguir vivo no es un mal vicio, aunque es caro el muy cabrón.
No obstante te comento, que tras más de 3 años sentando en el mismo tiro de escaleras, he llegado a la conclusión de que si uno no busca el cambio es porque o bien no lo necesita, o bien piensa que va a venir a buscarlo en una especie de limusina al más puro estilo de esas películas hollywoodienses que a ti y a mi tanto nos gustan.
Como soy de los segundos, sigo pasando mis horas en el jodido tiro de escaleras, oliendo el hedor a mugre y a mierda de ratas, que, como bien sabes, se multiplican como si de un mal virus se tratara. Sin embargo, te remito, que en esto de la soledad  y el desagrado me estoy haciendo un maestro y que  tarde o temprano me doctorare en la materia.
Aun así te comento,  la cueva, o el santuario como tu prefieras, se ha vuelto inteligente, me reta, me canta canciones sureñas de esas de andanzas  rudas por el centeno y de escopetas que se disparan a la mínima provocación, me pide que la vista con imágenes y que la haga sentir toda una mujer, o al menos hacerla sentir como si estuviera habitada, que no es poco. Pero yo, como buen mercenario del auto castigo psicológico, me niego a ello.
Por lo demás, te comento que lo estoy superando, y tarde o temprano volveré a andar solo de nuevo. Tal vez hiciera bien en rajarle las ruedas a la limusina cuando paró por aquí la última vez.