miércoles, 27 de octubre de 2010

Dramatis Personae


Amigo mío, te escribo mientras se me apilan los libros y se consumen las cenizas con las que he liado mi último cigarro. No me malinterpretes, seguir vivo no es un mal vicio, aunque es caro el muy cabrón.
No obstante te comento, que tras más de 3 años sentando en el mismo tiro de escaleras, he llegado a la conclusión de que si uno no busca el cambio es porque o bien no lo necesita, o bien piensa que va a venir a buscarlo en una especie de limusina al más puro estilo de esas películas hollywoodienses que a ti y a mi tanto nos gustan.
Como soy de los segundos, sigo pasando mis horas en el jodido tiro de escaleras, oliendo el hedor a mugre y a mierda de ratas, que, como bien sabes, se multiplican como si de un mal virus se tratara. Sin embargo, te remito, que en esto de la soledad  y el desagrado me estoy haciendo un maestro y que  tarde o temprano me doctorare en la materia.
Aun así te comento,  la cueva, o el santuario como tu prefieras, se ha vuelto inteligente, me reta, me canta canciones sureñas de esas de andanzas  rudas por el centeno y de escopetas que se disparan a la mínima provocación, me pide que la vista con imágenes y que la haga sentir toda una mujer, o al menos hacerla sentir como si estuviera habitada, que no es poco. Pero yo, como buen mercenario del auto castigo psicológico, me niego a ello.
Por lo demás, te comento que lo estoy superando, y tarde o temprano volveré a andar solo de nuevo. Tal vez hiciera bien en rajarle las ruedas a la limusina cuando paró por aquí la última vez.

1 comentario:

  1. joder, pues qué lástima de limusina...
    es curiosa esa visión del cambio como ricachón con chofer. quizá si hubiera ido en un simple taxi te lo hubieras pensado antes de rajarle las ruedas.
    por cierto, reclamo el copyright de lo de la cueva! (y creeme, en un principio no tenía connotaciones positivas).
    pasa buen puente chico sureño!

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